La inversión en mercados bursátiles, en acciones de empresas que cotizan en las diferentes bolsas, es del todo meritocrática: premia considerablemente a quien acierta, y castiga a quien yerra. En cualquier caso, y a diferencia de lo que muchos puedan pensar, la bolsa no es casino, al menos no a largo plazo, por lo que si nos preparamos debidamente y tenemos la personalidad adecuada para ello, nos puede ir estupendamente.
1º Saber si somos, o queremos ser, especuladores o inversores
La diferencia es relativamente sencilla, un inversor compra un activo, en este caso una empresa, por debajo de su valor, y espera a que el mercado reconozca dicho valor, momento en el que vende con plusvalías, con ganancias; un especulador compra un activo, sin importarle demasiado su valor, esperando que mañana otro especulador esté dispuesto a comprárselo a un mayor precio.
Especular está bien como entretenimiento (apostar en un casino también se puede calificar de entretenimiento), pero si lo que nos estamos jugando son nuestros ahorros, ahorros que necesitaremos para comprar un inmueble en el futuro, para los estudios de nuestros hijos, o nuestra jubilación, haremos bien en tratar de ser inversor: comprar activos baratos, esperando pacientemente a que el mercado haga el resto.
En cualquier caso, sobre la diferencia entre la inversión y la especulación, ya hablamos anteriormente en el blog.
2.º Determinar cuánto podemos invertir en bolsa
La volatilidad reinante en las bolsas puede ser una aliada, pero sólo y exclusivamente si invertimos un dinero del que podamos prescindir en el largo plazo (y además, si somos capaces de soportarla, sobre lo que ya hablamos aquí).
Podemos tener la certeza de que si una empresa vale 100, y la compramos a 50, el mercado, que está formado por personas como nosotros, y que no son tontas, acabará por comprarla hasta hacer subir su cotización hasta su valor, 100. Lo que no sabemos es cuánto va a tardar en hacerlo.
Por tanto, tenemos que tener capacidad para aguantar, ser pacientes hasta que nos reconozcan nuestro acierto (por supuesto, esto sólo es válido si nuestra tesis de inversión es correcta, caso contrario haremos bien en asumir pérdidas, si las hay, y deshacernos de las acciones en cuestión).
3º Decidir si queremos invertir nosotros personalmente, o a través de un fondo de inversión
Si queremos invertir por nuestra cuenta, tenemos que valorar previamente si la volatilidad de los mercados bursátiles es para nosotros, ya que no todo el mundo lo lleva bien (la psicología financiera ha demostrado sobradamente que el ser humano tiende a sufrir en las caídas de valor el doble de lo que disfruta en las subidas).
Además, tendremos que asumir, para invertir personalmente, que le vamos a tener que dedicar mucho tiempo, y que dicho tiempo habrá que emplearlo en leer y leer, cuanto más mejor. Cuando más leamos, obviamente sobre temas relacionados con una determinada empresa (o incluso sobre otras disciplinas no inversoras, pero de forma accesoria o complementaria), más posibilidades tendremos de no equivocarnos (y aquí hay que asumir que a veces nos equivocaremos, pero si acertamos más que nos equivocamos nos irá bien).
Si no tenemos tiempo suficiente, o no llevamos bien la montaña rusa diaria de las bolsas, podemos acudir a un fondo de inversión, delegar la gestión de nuestros ahorros en un gestor de patrimonios. Ciertamente no es mala idea, siempre y cuando sepamos seleccionar a aquel o aquellos gestores que merezcan la pena (para lo cual, aunque no tengamos que dedicar tanto tiempo como dedicaríamos si invirtiésemos por nuestra cuenta, tendremos que saber unos mínimos sobre inversión y finanzas).
----------
Por Javier García de Tiedra González, Graduado en Derecho por la Universidad de Cádiz.