Hablar de Sir Isaac Newton es hacerlo, casi con toda seguridad, de una de las personas más inteligentes que ha presenciado nuestra historia. A la hora de invertir, sin embargo, y como veremos, la inteligencia tal y como la conocemos no es suficiente –incluso puede ser contraproducente, si va de la mano de la arrogancia– para ser un buen inversor.
- Isaac Newton y su inversión en la Sociedad del Mar del Sur
A principios del siglo XVIII, y más específicamente en la primavera de 1720, nuestro apreciado físico era propietario de una parte del negocio de Sociedad del Mar del Sur, empresa, parece, muy en boga por aquellos tiempos. Más adelante, vendió sus acciones con importantes plusvalías, con un 100% de rentabilidad. Hasta aquí todo intachable.
Sin embargo, meses más tarde, el mercado bursátil inglés comenzó una importante y entusiasta racha alcista, llegándose a una situación de clara sobrevaloración. Y Newton volvió a comprar acciones de la mencionada compañía. Y luego, como sabemos que acaba por pasar a largo plazo, los precios convergieron con los diferentes valores de las compañías, y la cotización de Sociedad del Mar del Sur se hundió, perdiendo tras esto Newton, al venderlas, casi el triple de lo que había ganado con anterioridad.
Somos seres humanos, con emociones, todos y cada uno de nosotros, y somos susceptibles de dejarnos llevar por ellas si no somos suficientemente templados, si no acudimos a nuestra tesis de inversión, donde se recoge nuestro valor calculado, para decidir si vendemos, compramos o mantenemos según los precios de cotización (ni que decir tiene que no se puede repasar el documento que contiene nuestra tesis de inversión si este nunca ha sido elaborado). Lo cierto es que en esta ocasión don Isaac Newton, a pesar de ser una persona innegablemente inteligente, no actuó como un inversor inteligente.
De hecho, al mismo se le atribuye la siguiente frase: "puedo calcular los movimientos de los cuerpos celestiales, pero no la locura de la gente". Y es así, los mercados se rigen por la acción humana, y esta se ha demostrado, en su conjunto, en media, y a largo plazo, como racional, pero a corto plazo, en momento puntuales, cada X tiempo, tiende a ser tremendamente irracional.
- La inteligencia y la arrogancia
Hoy día no basta con encontrar un gestor que sea inteligente, sino que también debe ser humilde. No por ser políticamente correctos, ya que la humildad hay ocasiones en las que, a efectos prácticos, no sirve para absolutamente nada, pero en éste caso es importante que el inteligente gestor, tras obtener fenomenales resultados puntuales, no caiga en la arrogancia de pensar que su intelecto es a prueba de bombas, confiándose y bajando la guardia.
Escuchas a algunos gestores, y hacen mucho hincapié en eso, que se esfuerzan en ser humildes, y creo que hacen bien haciéndonos ver que lo tienen presente. No hay nada peor que un inversor arrogante, aparte de lo anteriormente mencionado porque, aún siendo muy inteligente y profesional, ninguno está a salvo de cometer errores, y de la capacidad para ser humildes dependerá la capacidad para aprender de los mismos con vistas al futuro (lo cual es un valor añadido del gestor, porque supondrá que los años lo harán mejor).
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Por Javier García de Tiedra González, Graduado en Derecho por la Universidad de Cádiz.