viernes, 22 de junio de 2018

Las cuatro dimensiones de la inversión, según John C. Bogle: rentabilidad, riesgo, coste y tiempo

John C. Bogle, en su obra "Cómo invertir en fondos de inversión con sentido común", hace referencia a las que considera las cuatro dimensiones a tener en cuenta de una inversión, a saber: rentabilidad, riesgo, coste y tiempo. Dimensiones sobre las que vamos a reflexionar en esta entrada, al entender acertada la enumeración del Sr. Bogle (que, para aquellos que no le conozcan, fue el fundador de los fondos Vanguard, que básicamente vienen a copiar a los índices bursátiles, aunando la rentabilidad histórica de estos con unas muy bajas comisiones).

Bienes inmuebles y rentabilidad de la inversion
Imagen: Colonial


- La rentabilidad de la inversión


Este es sin duda un factor importante a la hora de valorar si decantarnos por una determinada inversión o no. En este sentido, y conforme a los registros conocidos, podríamos afirmar que la clase de inversión más rentable tienden a ser las acciones de empresas cotizadas, seguidas de los bienes inmuebles, y finalmente los bonos (que podrán ser de deuda corporativa –de empresas– o de deuda soberana –Estados–). Asimismo tendríamos como posibilidad de inversión los depósitos bancarios, que aunque hoy día no resulten demasiado atractivos (si hubiere continuado su rentabilidad probablemente muchos de los que nos animamos a dar el paso de informarnos sobre otras posibles inversiones no lo hubiésemos hecho), y el dinero (y aquí personalmente soy de esa minoría que gusta diferenciar entre el oro –como dinero clásico, que históricamente ha cumplido su función de mantener el poder adquisitivo de su tenedor– y el dinero fiat o el que utilizamos hoy día –que ha tendido a hacer perder inexorablemente poder adquisitivo a su mero tenedor–).

+ La creación de valor y la rentabilidad de la inversión

En relación a la rentabilidad de las diferentes inversiones, siempre he encontrado perfectamente lógica la teoría de que tanto rentabilidad como creación de valor van de la mano. A una mayor creación de valor para la sociedad (sociedad en el marco de una economía capitalista, se entiende), mayor rentabilidad.

En este sentido hay que reseñar que el valor es algo perfectamente subjetivo. Lo que para usted tiene valor puede que no lo tenga para su vecino, pero lo importante aquí es para cuántas personas tiene valor, y en qué medida. Así, para un servidor los programas de salsa rosa tienen un valor nulo, pero es innegable –las cifras así lo corroboran– que para un sector de la población sí que lo tiene, en tanto en cuanto les entretiene, y por eso las empresas, cotizadas en muchos casos, que son dueñas de las cadenas de televisión donde se emiten estos programas, y que monetizan con publicidad, se considera que están creando valor, valor que se traduce en beneficios, en un valor intrínseco de las compañías en principio creciente, y en una posible rentabilidad alta.

Asimismo, hay empresas que han podido crear en su momento mucho valor y han dejado de hacerlo. Recordemos el caso de Kodak, compañía estupendísima, que creaba valor para la sociedad en el sector de la fotografía, y que dejó de crearlo porque la sociedad empezó a demandar otros bienes y servicios diferentes. Se cortó la creación de valor, con ellos los beneficios, y a su vez la rentabilidad.

Siguiendo con el valor, tenemos el caso de los inmuebles. Estos sin duda aportan valor, lo llevan haciendo desde que el hombre es hombre, ya que requerimos de donde guarecernos, dormir, desarrollar parte de nuestra vida, etc. El alquilar inmuebles a personas que no pueden, o no quieren, adquirir una casa en propiedad, aporta mucho valor, y como tal es el grupo de inversión más rentable por detrás de las acciones de empresas.

Finalmente, en relación con los bonos, también tiene sentido entender que aportan valor, aunque en una cuantía menor que empresas y bienes inmuebles. Al fin y al cabo, si alguien, un empresario por ejemplo, obtiene una determinada cantidad de dinero para comprar inmuebles, al 5% de interés anual, éste lo hará siempre y cuando entienda que con los inmuebles que adquiera puede lograr una rentabilidad mayor, como p. ej. un 7-8%. Así, el acceso al crédito aporta valor, en tanto en cuanto permite que a sujetos crear valor con aquello a lo que dediquen sus fondos (otro asunto que voy a obviar, por no saber cómo justificarlo, es cómo crean valor los Estados con el dinero que se les presta, pero bueno, es innegable que han pagado sus cupones durante cientos de años –aunque también hay recogidas bastantes quiebras o impagos, que se lo digan a los argentinos o griegos–.

- El riesgo de la inversión


En relación al riesgo de la inversión primeramente tengo que decir que no creo que el riesgo principal sea la volatilidad. Es un riesgo, para según que personas y en según que circunstancias, ya que p. ej. para un persona joven, como puedo ser yo, asumir grandes volatilidades no es ningún problema, siendo el riesgo principal perder permanentemente el capital invertido, pero para un persona que se encuentre cerca de jubilarse, y que vaya a necesitar buena parte de sus ahorros para ello, la volatilidad sí que puede constituir un riesgo.

En cualquier caso, y quitando esa puntualización, encuentro exagerado y contraproducente que se centre el concepto de riesgo en su equiparación a la volatilidad. Luego te encuentras a menudo gestores que hablan de que introducen bonos como medio para reducir el riesgo (lo cual tendría sentido si son bonos de empresas o Estados muy solventes, pero si hablamos de empresas en reestructuración, p. ej., con importante riesgo de impago y de perder todo lo invertido, de riesgo 0 nada).

En cambio, si tienes una cartera de empresas solventes, financieramente muy saneadas, con ventajas competitivas y bien gestionadas, por mucho que por la propia naturaleza de los mercados cotizados y de los sujetos que en ellas actúan se vean sometidos a mucha volatilidad, si tienes claro en qué has invertido el riesgo es bastante reducido (siempre existirá, pero difícilmente será superior que al propio de un bono de un Estado de dudosa solvencia sin volatilidad).

- El coste de acceder a determinada inversión


Probablemente el coste sea la dimensión o factor de una inversión en la que más hincapié hace Bogle en el libro que mencionamos al principio. A largo plazo los efectos de tener que sufragar unos costes muy altos para invertir en según qué productos financieros pueden ser determinantes.

Así, no es lo mismo, si invertimos directamente en empresas que cotizan en bolsa, hacerlo a través de un bróker con altas comisiones en relación a las operaciones y al mantenimiento, que en otro que presenta bajas comisiones (no diré nombres, pero las comisiones de ciertos bancos españoles son para hacérselo mirar, y lo peor es que van al alza –lógico en Europa por otro lado, si tenemos en cuenta donde ha dejado el Sr. Draghi con sus políticas monetarias el negocio de préstamos de los bancos–).

A largo plazo, unas comisiones muy altas tenderán a comerse las rentabilidad, salvo que esas comisiones nos permitan acceder a productos muy rentables. P. ej., imaginemos un fondo de inversión en renta variable internacional que tiene una comisión anual del 2.5%: siendo una comisión alta, si luego a largo plazo, después de comisiones, supera a sus índices, pues bien pagadas estarán esas comisiones. No quiero decir con esto, para nada, que se garantice uno nada pagándole unas comisiones muy altas a un gestor, pero también quería desterrar esa idea de que comisiones altas per se indican mala inversión a largo plazo (en unos casos sí, en otros no, habrá que investigar cada caso).

Los fondos índice y los ETF, que copian los índices bursátiles, sobre el papel no son mala opción: comisiones en principio muy bajas (cuidado con los de ciertas entidades bancarias, que te cobran una barbaridad por gestión pasiva) y una rentabilidad parecida a la de los índices (que a largo plazo tenderá a ser buena). Aquí habrá, eso sí, que elegir bien los índices, que es algo que parece fácil pero que puede tener su complejidad.

- El tiempo u horizonte temporal de las inversiones


Yo aquí soy tajante: o estoy a largo plazo o nada, y no recomiendo hacer otra cosa, al menos para las inversiones en bolsa. Ya si uno prefiere bonos o depósitos bancarios a un plazo reducido pues estupendo, pero los negocios o empresas no funcionan o dejan de funcionar en meses o pocos años, si confiamos en las mismas deberemos hacerlo como si de un empresario tradicional se tratara, y esto implica paciencia para ver los frutos (por supuesto, si nos dan rápido los frutos cosechamos y a otra cosa, pero hay que estar dispuesto a ser pacientes mientras vayamos perdiendo).

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Por Javier García de Tiedra González, Graduado en Derecho por la Universidad de Cádiz.