Lo bonito de períodos de volatilidad como el que estamos viviendo en este año 2018, con inevitables cifras en rojo y más de un inversor que se lleva las manos a la cabeza al observarlas y sufrirlas, es que nos animan a reflexionar sobre temas diferentes. A darle un par de vueltas a lo que sabemos, lo que podemos con nuestro esfuerzo llegar a saber, y lo que no debemos aspirar a conocer.
- Una certidumbre: los mercados bursátiles se mueven
Así es, simplemente se mueven. Oferta y demanda, informaciones, miedos, compras y ventas de acciones a dos clics, etc. Ciertamente es algo que podríamos decir que sabe todo inversor en renta variable, pero que sin embargo no todos han asimilado como normal.
Recientemente un familiar, que decidió hace unos meses empezar a invertir en fondos de inversión de gestión activa, me preguntó: "¿Pero esto a tres años cuánto va a rentar?". Yo doy mucho la paliza a todo aquel que le interese escucharme con el largo plazo, y algo va calando, pero el problema sigue siendo lo anteriormente comentado, se sabe la teoría pero la práctica se asimila poco a poco, si es que se asimila. El fondo en cuestión me atrevo a decir que muy probablemente lo hará bien a largo plazo, pero en tres años puede pasar de todo, a saber si habrá generado rentabilidades estupendas o no, mi certidumbre acerca de que no tengo ni idea es total.
Sin embargo, lo que sí puedes saber es que el gestor en cuestión tiene a sus espaldas una carrera profesional de buen hacer y rentabilidades atractivas, que no pierde los nervios cuando no debe perderlos, y que de hecho se aprovecha de los nervios ajenos, y que muy probablemente seguirá en su línea de aquí a 5, 10, 15 años. ¿Le parece demasiado horizonte temporal? Esto va de inversión empresarial. Y hablando de esto, ayer me llegó a casa un magnífico ejemplar sobre la historia de la cotizada española Miquel y Costas, del profesor Miquel Gutiérrez-Poch. Abarca varios siglos del negocio papelero, ahí lo dejo como ejemplo paradigmático.
- La clave: asimilar la volatilidad en las Bolsas o confiar en alguien que lo haya hecho
Últimamente se da mucho la paliza con el tema de los asesores financieros. Ciertamente se han dado muchos casos de un asesoramiento no alineado con los intereses de los asesorados, en definitiva un asesoramiento en el que la independencia ha tendido a salir en mayor o menor medida de la ecuación, pero no por ello hay que restar sentido a esta figura, porque lo tiene y mucho.
Yo a este familiar al que ayudo con estos temas de las inversiones no le cobro un duro. No soy un profesional sino un simple inversor particular, pero como yo también invierto en ese fondo en cuestión, esta persona tiene la tranquilidad de que existe alineación de intereses y mis observaciones van a ser sinceras: si el fondo va mal, nos irá mal a los dos; si va bien, nos beneficiaremos los dos. Y cuando me pregunta por el mismo yo me muestro tranquilo en la respuesta, tampoco es algo que tenga que forzar, y ya si encima comentas que has aprovechado para comprar en las caídas, por entender que compras más barato, pues se tira para adelante sin mayor problema y durmiendo estupendamente por las noches.
- La adecuada personalidad del buen inversor: ¿innata o adquirida?
Hay personas que no llevan bien la incertidumbre. Veamos un ejemplo personal real. Estando estudiando el Grado en Derecho, un día se acercaron dos personas a una de las aulas de la Universidad de Cádiz donde se estaba impartiendo clase. Venían de un grupo de emprendimiento de la Universidad, y querían hacer una encuesta a los alumnos. "Levanten la mano los que quieran ser funcionarios", dijeron. Y se alzaron el 90% de las manos. "Levanten ahora la mano los que se plantean ser abogados", y el restante 10% la levantó, servidor incluido. "Ahora que la levanten los que se plantean, siquiera como posibilidad de futuro, crear una empresa". Me quede sólo levantando la mano. Ni que decir tiene que poco asesoramiento sobre creación de empresas dieron.
A mí me parece tremendo. 9 de cada 10 de los estudiantes de una clase de Derecho no se planteaban ser abogados, y prácticamente nadie ser empresario. Certidumbre, señores y señoras, si la encuesta hubiera versado acerca de en qué invertirían a futuro, me atrevería a decir que la mayoría se habría decantado por unos bonos del Estado a 10 años con un interés del 1.5%. Y no es ni mejor ni peor, o sí, pero hay que ser conscientes de que es lo hay en nuestro país.
A mí siempre me han encantado los negocios, creo en la responsabilidad individual y no doy un duro porque cuando me jubile, teniendo 26 años recién cumplidos, el Estado me tenga preparada una buena pensión. Pero esto no es la norma, lo habitual es que ni los de Administración de Empresas quieran mayoritariamente crear empresas ni invertir en empresas, de hecho en mi experiencia la mayoría de los que la han estudiado aspira a dirigir una empresa ajena cobrando un sueldo fijo y con un contrato lo más blindado posible. "Dirigir una empresa no está pagado", dicen. Al final esto o se vive con pasión o no merece la pena, y la pasión empresarial o inversora no abunda. Además, vivimos en un mundo de sobre protección institucional, un sistema que encima no hay demasiados fundamentos que nos lleven a pensar que durará mucho tal y como lo conocemos, al menos en España.
Yo no sé si la personalidad digamos empresarial es innata o adquirida, pero lo que está claro es que si algunos nacieron con ella las circunstancias no les han ayudado mucho a desarrollarla o mantenerla. ¿Y toda esta mayoría por tanto qué hace con sus inversiones? Parece indudable que con el relativamente reciente palo al ladrillo como inversión, depósitos al 0.01% y una renta fija que en general no supera ni a la inflación –el aumento del coste de la vida–, la mayoría ha acabado invirtiendo directa o indirectamente en Bolsa. Adquiriendo sus acciones o delegando en fondos de inversión. Eso con suerte, ya que en el peor de los casos les habrán vendido algún producto estructurado, estadísticamente preparado para que mayoritariamente gane el vendedor a su costa.
- En conclusión: asunción de volatilidad si invertimos directamente en empresas cotizadas, delegar buscando alineación de intereses, si no somos capaces
En fin, he pensado demasiado en voz alta y quizás he divagado por encima de mis posibilidades. Pero básicamente se podría concluir eso, que hay que asimilar que esto funciona así, que van a seguir dándose con los años momentos de volatilidad y de pérdida temporal, y que si no se ha asimilado, no se deberá invertir en este tipos de inversiones, o al menos no directamente. Esto, y que si se delega, habrá que hacerlo en alguien de confianza, cuyos intereses están realmente alineados con los nuestros.
----------
Por Javier García de Tiedra González, Graduado en Derecho por la Universidad de Cádiz.